¿Nuestra primera impresión es definitiva?
¿La primera impresión es la que cuenta?
Y cuándo nos la formamos… ¿ Damos la oportunidad de conocer a esa otra persona sin prejuicios o ya la hemos sentenciado?
Siempre me he preguntado por el papel de la intuición cuando nos relacionamos con otros. Siendo objetiva y mirando hacia atrás diría que un 50% de las veces acerté en mi primer juicio pero otro 50% lo fallé. Y la persona resultó ser mucho mejor o mucho peor de lo esperado. Así que en base a esto, procuro dar un tiempo a la gente cuando la conozco e incluso en mi masoquismo, disfruto cuando me equivoco en mis primeros juicios.
Me gusta no «darme la razón». Lo encuentro un ejercicio sanísimo. Un antídoto para el «ego».
Por otro lado, bastante difícil es conocerse a uno mismo como para conocer real, rápida y profundamente a los demás. Cuanto nos gusta a todos decir eso de: «yo calo enseguida a la gente». Pues yo no, lo confieso.
Tampoco es sano lo contrario, desoir esta vocecilla interior que nos avisa de algunos peligros desde los tiempos de las cavernas, e intentar ver siempre lo mejor de los demás sería igualmente peligroso para nuestra supervivencia.
Dicho esto, cierto es que cuando conocemos a alguien, bien por sus lenguaje verbal como corporal, nos produce instantáneamente una impresión/emoción negativa o positiva. Hay personas que lo achacan a la intuición, y otras, más científicas, a las microexpresiones.
Creo que por fin me estoy reconciliando con mi parte intuitiva así que no me voy a decantar y diré que hay un poco de ambas o quizás ambas formen parte de lo mismo, de este entramado de células, neuronas, amígdala etc que responden ante determinados estímulos y causan emociones concretas.
Las microexpresiones son movimientos musculares de la cara que duran medio segundo o menos. Son automáticas, no podemos controlarlas, y no se pueden disfrazar. Reflejan las emociones básicas, ira, miedo, sorpresa, asco, alegría, felicidad , y estas no se pueden disimular, además de ser universales para todo el mundo. Es algo que compartimos todos los hombres, más allá de nuestra cultura, continente,o raza.
Nuestro cerebro capta esos sutiles movimientos de la cara de la otra persona, e inconscientemente emite un juicio sobre ella, que a veces sentimos en un lugar profundo y llamamos «Intuición».
Como he comentado, muchas veces esta intución nos ayuda, el instinto de supervivencia ante el peligro que guarda nuestro cerebro profundo nos salva de peligros y está ahí por algo. Son nuestras alarmas primitivas. Sin embargo puede ocurrir que esta primera impresión nos esclavice y no nos permita rectificar nuestra propia valoración.
¿Somos capaces de aparcar nuestro juicio inicial e intentar conocer al otro o buscaremos en el todo aquello que nos confirme que teníamos razón?
Y en caso de equivocarnos ¿rectificamos ?
¿Nos gusta a nosotros cuando «nos etiquetan y encasillan»?
Volvamos por un momento al principio del post, fijaos que he dicho «que las otras personas pueden resultar peor o mejor de lo esperado» resaltando esto último. Y es que aquí entra en juego otro aspecto clave: LAS EXPECTATIVAS.
Emitido nuestro juicio generamos expectativas respecto a esas personas. Si éstas son bajas, es fácil que con el tiempo esa persona demuestre unos valores o cualidades por encima de lo que esperábamos. Pero ¿y cuando idealizamos al otro? Un trabajador, un hijo, un lider, una pareja, un amigo.
Cuando esperamos demasiado de los demás es fácil caer en la decepción. Si se salen de nuestro guión pronto caerán del pedestal. Tan sólo por mostrarse como realmente son y no como nosotros esperamos que sean. Hemos creado automáticamente su perfil: cómo hablará, cómo actuará en esta o aquella situación, etc etc. Pero si se sale de este esquema nos defraudará.
¿No sería más justo dar tiempo para conocer realmente a la gente tal y como es? ¿Crear el clima y el tiempo necesario para que se muestren y pedir lo mismo para nosotros? Es entonces cuando podremos decidir si esa persona nos interesa o no, y hasta qué punto es merecedora de nuestra confianza, o queremos que esté presente en nuestra vida.
En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven
Nicolás Maquiavelo.